Un equipo internacional de zoólogos y especialistas en gusanos parásitos logró identificar a una extraña criatura marina nadadora capturada por un fotógrafo submarino, llamado Ryo Minemizu, en 2018 frente a la costa de Okinawa (Japón). Lo sorprendente de este extraño espécimen animal de 5 mm de tamaño, encontrado a 16 metros de profundidad, es que se trataba de una colonia constituida por dos formas larvales de vida libre (cercarias) –un gusano plano parásito perteneciente al grupo Digenea– que estaban ‘abrazadas’ fuertemente la una a la otra.
Teniendo en cuenta los roles que desempeñaban estas larvas cuando estaban unidas, el equipo de investigación denominó «marinero» al tipo de cercaria con capacidades locomotoras, mientras que, a la larva pasiva que presumiblemente facilita la infección la llamaron «pasajera». Ambas pertenecen a la misma especie, lo que representa el primer caso de división del trabajo en larvas digeneas.
Los científicos consideran que esta capacidad de formar colonias nadadoras les permite tener «una apariencia de presa». Esta sería una estrategia para atraer a sus huéspedes con el propósito de infectarlos y continuar con su ciclo de vida parasitaria.
En un artículo publicado recientemente en Current Biology, los autores señalan que el evento más desafiante en la vida de un parásito es el paso de un anfitrión a otro. La complejidad de este paso es tal, que las etapas de vida libre de los parásitos que necesitan atravesar el ambiente externo presentan una amplia gama de adaptaciones asombrosas para posibilitar la transmisión.
Los autores del estudio subrayaron que su descubrimiento proporciona un ejemplo único de cómo individuos de la misma especie, morfológica y funcionalmente heterogéneos, cooperan para construir organismos coloniales con el propósito de infectar un huésped. También manifestaron que esta estrategia se parece a las castas cooperativas de la misma especie que se encuentran entre los insectos sociales.