Tuvo que pagar el peaje de una derrota ante Arabia y de las lógicas apreturas posteriores frente a México, pero Argentina ya circula por la autopista del Mundial. Todo apunta además a que ha pillado el carril bueno, con Australia en octavos y Países Bajos o Estados Unidos en cuartos. Hubo que encontrar después lo que se había buscado antes, porque Mac Allister abrió el marcador justo en el arranque del segundo acto después de un primero con todo tipo de ocasiones albicelestes, pero la victoria ante Polonia llegó en un ejercicio de solvencia que devuelve al cuadro de Scaloni al primer plano del campeonato. Con Enzo y Julián en el once, todo parece más fácil.
Lo curioso del caso es que el desastre polaco se resolvió con otra clasificación, porque México nadó para morir en la orilla del otro partido. El fútbol a veces se pone así de caprichoso. Había movido dos piezas Michniewicz en el descanso, consciente de que el partido era un monólogo, pero lo que cambió fue el resultado, con las dianas rivales, que no el juego. De hecho la selección europea jugó los últimos minutos aceptando su suerte, sin capacidad siquiera de presionar a una Argentina que ya ni siquiera hurgaba en la herida, pero topó con que bastaba lo hecho antes. En el camino aguarda Francia, eso sí.
Argentina se plantó bien sobre el campo. Scaloni había devuelto a Nahuel y a Romero a la zaga, pero sobre todo, conviene insistir, había apostado por Enzo y Julián como titulares a partir del rendimiento que venían ofreciendo como suplentes. El centrocampista del Benfica ofreció orden y creación; el delantero del City aportó movilidad y picante. En realidad la disposición táctica albiceleste tiraba a flexible, porque por momentos eran Messi y hasta De Paul los que se situaban como referencia, porque Di María se movía de una banda a otra buscando el agujero.
Pero todos toparon momentáneamente con Szczesny. La exhibición del guardameta polaco en el primer acto resultó antológica, porque además tuvo la guinda de un penalti sacado a Messi en una especie de quite del perdón: era el propio tipo de los guantes quien lo había cometido, cierto es que la jugada no pareció para tanto. A la que el colegiado fue reclamado por la tecnología, sin embargo, y dado que había contacto, la visita del 10 al punto se antojaba obligada. Conviene recordar, en fin, que el portero de la Juve ya sacó otra pena máxima ante Arabia. Uno de los tipos del torneo.
Porque también había negado los sucesivos disparos de Leo, el gol olímpico de Di María o el mano a mano de Julián, todo eso en los 48 minutos del primer acto. El partido se jugaba cuesta abajo… con Lewandowski absolutamente desesperado. La estrella polaca enganchaba escasas pelotas y casi todas en su propio campo, porque el 4-4-2 del arranque, que no parecía especialmente defensivo, se había convertido en un allá me las den todas. La selección europea se refugiaba como podía en el área y se ponía en manos de Szczesny, que no eran malas manos. El Dibu, inédito, contemplaba los acontecimientos desde la lejanía.
En la reanudación llegaron los cambios… y los goles. El primero a mayor gloria de una pareja sorprendente, Nahuel al pase, Mac Allister al remate; el segundo todo lógica con Enzo sirviendo y Julián rematando. Un cabezazo de Glik aún con 1-0 fue el canto del cisne polaco, que no se acercó de nuevo ni para saludar. Por lo demás Scaloni fortaleció la estructura con los cambios y en el tramo final ni se despeinó una Argentina que, abonado el peaje, se ha puesto a correr. Y amenaza con volar. Fue cuestión de persistir. La de Polonia, de resister. Ahí sigue ‘Lewi’, por más que esta vez acabara desesperado.