Financiado por la Sociedad Americana del Cáncer, este ensayo aleatorizado y controlado de jardinería comunitaria descubrió que los que empezaron a cultivar un huerto comían más fibra y realizaban más actividad física, dos formas conocidas de reducir el riesgo de cáncer y enfermedades crónicas. Además, sus niveles de estrés y ansiedad disminuyeron significativamente.
«Estos resultados aportan pruebas concretas de que la jardinería comunitaria podría desempeñar un papel importante en la prevención del cáncer, las enfermedades crónicas y los trastornos mentales», ha comentado Jill Litt, profesora del Departamento de Estudios Ambientales de la Universidad de California en Boulder y autora principal de la investigación, que se ha publicado en la revista científica ‘Lancet Planetary Health’.
Algunos pequeños estudios observacionales han revelado que las personas que cultivan un huerto tienden a comer más fruta y verdura y a tener un peso más saludable. Pero no está claro si las personas más sanas tienden simplemente a cultivar un huerto o si la jardinería influye en la salud.
Sólo tres estudios han aplicado el patrón oro de la investigación científica, el ensayo controlado aleatorizado, a este pasatiempo. Ninguno se ha centrado específicamente en la jardinería comunitaria.
Para llenar este vacío, Litt reclutó a 291 adultos de la zona de Denver que no practicaban la jardinería, con una media de edad de 41 años. Más de un tercio eran hispanos y más de la mitad procedían de hogares con bajos ingresos.
Tras la última helada de primavera, la mitad fueron asignados al grupo de jardinería comunitaria y la otra mitad a un grupo de control al que se pidió que esperara un año para empezar a cultivar un huerto.
El grupo de jardinería recibió una parcela de jardín comunitario gratuita, algunas semillas y plantones, y un curso de introducción a la jardinería a través del programa sin ánimo de lucro Denver Urban Gardens y un socio de estudio.
Ambos grupos realizaron encuestas periódicas sobre su ingesta nutricional y su salud mental, se sometieron a mediciones corporales y llevaron monitores de actividad.
En otoño, los integrantes del grupo de jardinería ingerían, de media, 1,4 gramos más de fibra al día que los del grupo de control, lo que supone un aumento del 7 por ciento.
Los autores señalan que la fibra ejerce un profundo efecto en las respuestas inflamatorias e inmunitarias, influyendo en todos los aspectos, desde cómo metabolizamos los alimentos hasta la salud de nuestro microbioma intestinal y la susceptibilidad a la diabetes y a ciertos tipos de cáncer. Aunque los médicos recomiendan entre 25 y 38 gramos de fibra al día, el adulto medio consume menos de 16 gramos.
«Un aumento de un gramo de fibra puede tener grandes efectos positivos en la salud», ha afirmado James Hebert, coautor de la investigación y director del programa de prevención y control del cáncer de la Universidad de Carolina del Sur.
El grupo de jardinería también aumentó sus niveles de actividad física en unos 42 minutos a la semana. Los organismos de salud pública recomiendan al menos 150 minutos de actividad física a la semana, una recomendación que sólo cumple una cuarta parte de la población estadounidense. Con sólo dos o tres visitas semanales al huerto comunitario, los participantes cumplieron el 28 por ciento de ese requisito.
Los participantes en el estudio también vieron cómo disminuían sus niveles de estrés y ansiedad, y los que llegaron al estudio más estresados y ansiosos experimentaron la mayor reducción de problemas de salud mental.
El estudio también confirmó que incluso los jardineros novatos pueden obtener beneficios mensurables para la salud en su primera temporada. A medida que adquieran más experiencia y disfruten de mayores cosechas, Litt sospecha que esos beneficios aumentarán.