El domingo 5 de mayo, un hombre llamado Juan Fernando Barrientos, quien vivía en un modesto hotel en la ciudad de Buenos Aires, abrió la puerta de otro cuarto y arrojó un explosivo casero.
Las llamas se expandieron de inmediato en la habitación compartida por Pamela, Mercedes, Andrea y Sofía, dos parejas de mujeres a las que atacó por el solo hecho de ser lesbianas.
En medio del desconcierto, las mujeres intentaron salir del cuarto con sus cuerpos envueltos en fuego, pero Barrientos las volvió a empujar para adentro con el fin de evitar que escaparan.
Casi logró por completo su cometido. Pamela murió horas después del ataque. Roxana falleció el pasado miércoles. El domingo Andrea se convirtió en la tercera víctima fatal. La única sobreviviente es Sofía, quien sigue internada con quemaduras. Y en ‘shock’.
Así se encuentra, también, parte de la sociedad argentina que no logra entender cómo un crimen de esta magnitud todavía no colma los noticieros, las primeras planas, la conversación pública.
Por eso, en las redes sociales y en algunos medios se multiplican las voces que advierten que, si las víctimas hubieran sido parejas ricas y heterosexuales, el tema coparía la agenda mediática.